Relatos de la cuarentena 1

Dia 3: Dias de balcón

Levantarse es lo más difícil, ¿para qué va alguien a levantarse si no tiene nada que hacer y encima no puede salir de casa?

Es increible, si nadie hubiera dicho que no podía salir de casa, se hubiera quedado todo el fin de semana tranquilamente descansando, però resulta que ahora está prohibido salir y solo se le ocurre hacer cosas fuera. De repente necesita salir a correr, aunque haga años que no lo hace, y se dice a sí misma que como no puede salir a correr, no merece la pena salir de la cama. Però tarde o temprano ganará el hambre, el hambre de desayunar, esa tostada con aguacate y queso….a riesgo de parecer pedantemente hipster desayuna pan de centeno con aguacate, queso seco y un te des de hace tiempo, no lo ha compartido con sus amistades, però ese desayuno la hace sentirse mejor, menos gases y le cubre el hambre con más eficacia que un croissant de chocolate. Oculta su hipsterismo del resto del mundo. 

Mientras prepara el té actualiza el chat del móvil, 50 mensajes coronan su grupo de memes, con diversión los abre esperando las joyas de la corona de los tiempos que corren, un residuo de risas aseguradas unas cuantas veces al dia. Qué sano es reír en estas circumstàncias, incluso necesario. Los mismos que dicen que el aguacate fortalece el sistema inmune insisten en que diez minutos de meditación y una buena risa también. Puede que la gente ya se haya dado cuenta que una buena risa es más sabrosa que un aguacate.  

Son las 12 de la mañana, 10 horas de sueño interrumpido por ratos de lucidez nocturna. Se dice mentalmente que si no consigue cansarse, no conseguirá dormir bien, y le asalta la necesidad de correr, seguida de la apatía de no poder salir a córrer. 

Desayuno en mano sale al balcón, estamos en Marzo y no hace precisamente calor, però ese contacto con el exterior le da tranquilidad, es el nuevo y moderno salir de casa, salir al balcón. Por todas partes aparecen videos de gente con grandes terrazas o incluso que viven en el campo. Ella los odia, y piensa, allí podría salir a correr sin salir de casa. Pero ella está encerrada en 40 m2 con 2m2 de balcón, por suerte es un balcón interior, y a su alrededor puede observar vecinos que también disfrutan del suyo. 

En cuanto se sienta a disfrutar del desayuno aparece como de la nada Jasp, y se le acurruca en la falda pidiendo cariño. Ella la acaricia mecánicamente, mientras divaga sin pensar muy bien en nada y bebe sorbitos de té hirviendo. Tiene que volver a la tierra para encontrar su tostada. Es entonces cuando se da cuenta.

¿Hay vecinos en ese piso? parece mentira pero nunca se había cruzado con nadie, oía ruidos de vez en cuando y pensó que era un piso turístico. A través del cañizo que le da intimidad observa una figura, que va y viene. Se mueve deprisa, de repente a ella le dan ganas de ocultarse de que no la vea de no hablar con nadie. Será que lleva tres días hablando únicamente online? sera que ya no se acuerda de hablar con las personas cara a cara. De momento decide observar. El vecino se sienta y se pone de espaldas a ella, ni siquiera se ha fijado en nadie al otro lado del cañizo. 

Ella acaba su momento hipster, se entretiene observando una pareja que toma un tímido sol, como si fuera verano. El vecino de enfrente prepara unos platos de Dj,¿ va a montar una discoteca en el balcón? parece que todo el mundo se ha vuelto un poco loco, vamos a tener que estar muchos días metidos en casa, empezaron diciendo 14 días, ahora la mayoría sabemos que serà más de un mes, viendo a Italia y China no hay más que hacer. Ella observa todas las actividades que se han creado online, hay de todo. Visitas guiadas a museos, recitales de poesía, conciertos en directo de algunos artistas. Se apunta en el calendario las que le interesan, esta noche toca Rozalén en directo por Instagram, prepara el evento para que le salga una alarma, ayer ya le pasó, perdió la noción del tiempo y no sabia que hora era, se le pasó el Skipe con su madre. Cuando habla con ella y el resto de sus amigas, le da por imaginar que està de Erasmus,  porque nunca había utilizado tanto el Skipe sin salir de su ciudad. 

Decide ducharse y vestirse, ya va siendo hora, aunque solo sea para despejarse. Pronto será la hora de comer, porque hay que comer, casi porque lo marca el reloj, igual que si fuera un domingo de resaca no tiene mucha hambre, quizás porque acaba de desayunar. Y así va pasando el dia, un rato de Netflix, la socialización online, y poco más. A las 20h hay que salir a aplaudir a los sanitarios, los verdaderos héroes de todo este tinglado. Los unicos que deberian estar yendo a trabajar.

Sale a aplaudir, se ha puesto una copa de vino, y ahí está, por primera vez oye sus aplausos, con vítores potentes, anima desde su reclusión a las sanitarias y a los sanitarios, ella aplaude timida, se asoma al balcón y sus miradas se cruzan, una sonrisa de complicidad por haber sido vista por alguien en estos días de reclusión y intimidad. El vecino aumenta el tono de su escándalo, y el resto de los vecinos gritan y aplauden, ella se emociona un poco, y por un momento parece que toda la desesperación que se esfuerzan en transmitir los medios de comunicación queda aplastada, por ese aplauso solidario y desinteresado, sincero a más no poder. que a parte de apoyar a los que trabajan codo con codo con el virus, también infunde ánimo y esperanza a todos los confinados en sus casas.

El fulgor va bajando, la gente apaga luces y entra en sus casas, y ahí están ellos dos, nunca se han dirigido la palabra, no saben nada el uno del otro. El se lanza, más desinhibido, “¿que tal, como lo llevas?” “¿bueno, aburrida, y tu?” “bien, que te voy a contar…” un silencio incomodo se interpone en su conversación, ella piensa como entrar de nuevo en su casa, porque quiere irse? lleva tres días sin ver a nadie, ni cruzar una palabra que no se online, ¿se ha olvidado de cómo se forma una conversación? entonces se ve preguntando por la última serie que ha visto en Netflix, no sabe muy bien porque però le sale aquel, “has visto…” y empiezan a hablar y conversar, y así se hacen las tantas, compartiendo con un extraño a través del cañizo del balcón.