Juan era un chico normal, se levantaba cada mañana para ir al trabajo, estudiaba por las tardes y salía de noche con sus amigos. Se divertía mucho en su vida, estaba rodeado de amigos de aquellos de verdad que te hacen pasar un buen rato cuando estas con ellos. Juan casi nunca necesitaba ayuda, porque solo se apañaba muy bien.
Des de hacia unos meses estaba con una chica, mas guapa que ninguna otra para él. Más divertida y más simpática que el resto. Le encantaba estar los domingos de invierno con la manta en el sofá viendo películas, parando solo para hacer el amor.
Juan era feliz, para que nos vamos a engañar, y además estaba convencido que así era, por lo tanto disfrutaba de su felicidad. Se sentía afortunado y afrontaba la vida con una gran sonrisa.
Un día salió de la discoteca donde estaba bailando para respirar un rato y charlar con su chica. Habían bebido un poco mas de lo normal, estaban con la risa tonta y el beso fácil. Cuando se dieron cuenta de que había una pelea en el callejón. A Juan se le erizaron los pelos de todo el cuerpo y un escalofrío le recorrió la espalda. La risa tonta se les fue de repente, Juan se puso blanco y le costaba un poco respirar. Enseguida llegó la policía y paró la pelea. No era nadie conocido, dos que habían bebido demasiado y sus amigos también, una típica pelea de bar, pero para Juan, algo se había roto.
A la mañana siguiente Juan despertó un poco distraído, quizás un poco de resaca. No se preocupó mucho, estaba con su chica guapísima en su casa, nada podía ir mal. Se olvido de esa sensación desagradable con la que se había levantado y paso el domingo como más le gustaba, mantita y sofá.
A la semana siguiente volvieron a salir de fiesta, cenaron en un restaurante nuevo y fueron ala misma discoteca de la semana anterior. Juan estaba bien, hasta que salió y vió el callejón. Se erizaron los pelos de nuevo, el recuerdo de la pelea paso por su mente para quedarse. Se le erizaron los pelos, el escalofrío volvió a su espalda, se puso blanco y le costaba respirar. Quería salir corriendo y no parar hasta estar de nuevo en su casa. Se reprimió, entro en la discoteca y avisó a sus amigos, se encontraba mal se iba a casa.
Por el camino iba asustado, como si una sombra lo siguiera, como si no fuera solo, miraba hacia atrás y no había nadie, “que me pasa” pensó. Pero al llegar a casa todas las sombras se esfumaron. Durmió tranquilo y se despertó mejor.
La semana siguiente no quiso ir a bailar a la discoteca y después ela cena se fue a casa con su chica, le explicó el porque y la chica le sacó importancia, le dijo que quizás estaba impactado porque la pelea había sido un poco fuerte, que intentara olvidar-lo. Le pareció un buen consejo y así lo hizo, o eso pensaba él. Siguió su vida, por si acaso cada vez que iban a la discoteca no salía al callejón, y listos.
Pasó el tiempo sin más, no volvió a suceder nada relevante, bueno con respecto a los callejones. Juan se casó con su chica, estaban muy enamorados. Se mudaron a un piso más grande y lo pintaron juntos. Reciclaron muebles de la calle y compararon algunas cosas. Eran muy felices.
Un día fueron a cenar con los amigos, quedaron en un bar nuevo, lo habían abierto hacia un mes y ya tocaba probar-lo. Juan quedó allí con su chica, él iría directo des de el trabajo. Siguió su ruta por el mapa del móvil, giró por una calle y siguió. De repente un sudor frío le subió por la espalda, una sensación reconocida pero que no había vuelto a experimentar, miro a su alrededor, estaba sin darse cuenta en un callejón. Le costaba respirar, el callejón cada vez era más estrecho, le constaba respirar, se le nublaba la vista, se sentó en el bordillo, intentó coger aire, pero era como si se lo hubieran quitado. Cerró los ojos, encontró aire, respiró. En ese momento escuchó una voz conocida “Juan, estas bien?” solo alcanzó a articular “sácame de aquí, por favor, sácame de aquí”. Alguien lo agarró de las axilas y lo levantó, lo sacaron del callejón y lo sentaron en una silla de la terraza del bar.
Juan abrió los ojos, sus amigos lo estaban mirando, su chica no podría borrar de sus ojos, la preocupación. Juan respiró tranquilo, aun se ahogaba un poco, el nudo en el pecho seguía presente, estaba ansioso y asustado, pero el color había vuelto a sus mejillas. “Vamos a cenar, no” dijo. Aun que su chica quería llamar a una ambulancia, Juan se negó, le dijo que le apetecía mucho estar con todos y no pensar durante un rato “si no mejoro vamos a urgencias”. “y sino se te pasa vas al medico igual” Cenaron y con el jolgorio de la cena a Juan se le pasó el mal rato.
Juan hizo caso a su chica, fue al medico y le explicó lo ocurrido, el medico le dijo que había sido un ataque de pánico, es algo mas fuerte que el miedo, y que te paraliza por completo. Lo derivó al psicólogo para que le hicieran un seguimiento.
Juan tiene pánico a los callejones, en uno tubo una experiencia negativa, la pelea. Ahora sigue terapia y tiene una medicación de rescate por si vuelve a tener otro ataque de pánico. Después de encontrar el origen de sus miedos Juan pudo ser feliz de nuevo. No estará tranquilo pasando por un callejón, pero ya sabe que le ocurre y que es lo que tiene que hacer.