Es tarde, por la noche, pero ella no puede dormir, no deja de pensar en lo que sucederá mañana. Y es que acaba la semana santa. En los tiempos que corren el gobierno ha decidido que algunas personas pueden volver al trabajo, o sea que ella mañana deberá volver a la rutina y regresar a su vida anterior, pero solo mientras esté trabajando porque después de trabajar se quedara otra vez en casa. Puede trabajar pero no ver a sus amigas, su madre, sus sobrinas, …
Como tantas otras personas se pregunta cuál es el sentido de todo esto. Puede coger el autobús e ir a trabajar, encontrarse con sus compañeros, todo con mascarilla y guantes, pero no puede salir al parque con su perro y un grupo de amigos a pasar la tarde. Parece que la mascarilla es más efectiva por la mañana que por la tarde.
Por otro lado, salir de casa le da al mismo tiempo miedo y pereza. No acaba de entender muy bien la estrategia y porque no, vamos a reconocerlo, está asustada. ¿Asustada de pillar el virus? sí también, pero sobre todo está asustada de volver a lo que llaman “vida normal”. Que para ella significa correr todo el día de un lugar a otro sin disfrutar nada de lo que hace. El parón de la cuarentena lo empezó de mala gana, no poder salir de casa la agobia mucho, pero pasada la primera semana, perdiendo el tiempo viendo series tirada en el sofá. Decidió que no le parecía agradable. Y empezó con una rutina que luego relajó, entre recetas nuevas, libros leídos, y empezó a dibujar mandalas y Zentangle que no tenía ni idea de lo que eran. Se animaba entre concierto online y videollamada y al final, no está tan mal. Y ahora que ha llenado todo este tiempo de cosas interesantes y ha descubierto otras sobre sí misma. Tiene que volver al trabajo.
Y es que está harta de no ver gente, pero no de estar en su casa. Está harta de no poder dar besos y abrazos, pero no de sus horas de dibujar y hacer pasteles, y comerlos. Preferiría compartirlos con alguien, pero lo que no quiere, es no tener tiempo para ella, no tener tiempo en general. Pero cómo evitarlo. Mañana volverá a madrugar aunque hoy no pueda conciliar el sueño, y aún no sabe cómo va a hacer para compaginar ese tiempo tan precioso que ha conseguido tener estos días de cuarentena, con el horario infame de su trabajo, y con pagar las facturas.
Tiene miedo, miedo de volver a la “normalidad”.
Para reconfortarse, piensa que aquellos aplausos de las ocho, que empezaron como aplauso sanitario y poco a poco, se han convertido en el ratito que pasamos entre vecinos. ¿También la aplaudirán a ella?, y a todos los que volverán al trabajo. Con este reconfortante sentimiento de apoyo mutuo, consigue dormirse. Mañana será otro día.